UN DÍA MAS DE VIDA



LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

      Un torbellino de ideas pululuban en mi cabeza.  Aquel malestar de días anteriores, había regresado y los sonidos que a lo lejos llegaban a mi mente, despertaban nuevamente mi ansiedad, y sin límite alguno, me indicaban que todavía estaba viviendo el horror de la persecusión de mis captores. ¿Por qué? - me preguntaba una y otra vez. ¿Por qué a mi?.   Incesante eran las interrogantes y pocas las respuestas que podría obtener. Sin embargo, aún me mantenía con vida y dispuesto a continuar mi cruzada.

     El día anterior, ladridos de perros cercando los alrededores, me habían alertado.  Corrí lo más que pude, y llegue hasta el gran lago, donde pude sumergirme unos minutos hasta que consideré que el peligro había terminado. La venganza latente en mi corazón me motivaba a continuar con este agrio deseo de reinvidicar mi nombre, mi imagen. Muchos años de constante reinvento de mi persona, hasta alcanzar el grado que deseaba, contra viento y marea.  Mi familia había sufrido y mis hijos, aún cuando crecían debían considerar la posibilidad de no volver a ver a su padre.  Miles de cosas, como hormigas recorrieron mi piel, picado cada sensación invencible que abrumaban mi alma.  No, no era una sueño, ni siquiera una pesadilla, era la incansable realidad que martillaba mi existir.  A ella me debo ahora, tristemente. Pero debo resistir porque la esperanza de una verdad y una justicia, aún se oye en mi interior, como un acompañante que soba mi cansada espalda, y enjuga mis lagrimas nocturnas.


     El sol es mi enemigo, si cesar calienta y quema mi piel morena, llenándose de llagas y piel reseca.  No sé donde estoy, pero se que si debo hacer.  Quienes desean verme tras las rejas, aún tienen fuerza para seguir mi rastro, y por tan moto debo igualar o mejorar sus pisadas diabólicas. El hambre no es un castigo, es una bendición, porque me permite darme cuenta que aún sigo vivo. El frío de la noche, y la humedad de mis ropas rasgadas, aún hacen tiritar mis huesos.  Mis labios aún rasgados por la resequedad y la dishadratación, hieren mis pensamientos. En un vano intento por proseguir, mis pesadas piernas quieren abandonar la huida, y dejarme a merced de mis verdugos. ¿Existe un Dios? - Realmente no quiero apoyar mis ideas en la creencia que un Ser Supremo vigila cada uno de nuestros pasos por este trillado mundo de imperfecciones. Miró hacia el cielo celeste, y como si todo estuviera en mi contra, el destello de los candentes rayos solares, iluminan mi estadía como un foco potente cómplice para que ubiquen mi posición. Ello me da fuerzas para continuar.

EL ALAMBRE DE PÚAS

       Jamás había pensado estar en esta situación durante los años de universidad, en el que mi única intención era obtener el título de licenciado en ciencias jurídicas. Suena tan rimbombante que pareciera que es un documento hábil para salvar al mundo, cuando no puedo ni siquiera salvarme a mi. La vocación de servicio intrinsico en pocas personas que estudian humanidades, no es un buen pago en esta vida estéril e ingrata; pero hay que estudiarla. 

         En el vaiven del ir y venir a estudiar en esas aulas apestosas, llenas de ilusiones y fracasos, de excesos y
faltantes, discurría mi vida mundana, sin permitirme un respiro, al menos como cualquier joven, sea en juergas o en encuentros fugaces con las imberbes frutas gráciles.  Cuantas invitaciones desaprovechadas, y cuantas atenciones sin respuestas. Todo era un experimento embotellado para conducir mi vida a una meta segura. Deseaba ayudar al prójimo a evitar ser capturado en las mieles del deseo y delirio.  Qué fácil es para muchos dejarse adular o engolosinar en los males que prolijan el camino a la perdición. ¿Realmente lo sabrán, o simplemente, es más fácil ignorarlo y gozar el poco tiempo de la vida prestada? - Lo cierto, es que inocentemente se piensa que hay una desigualdad no aparente sino real, que alguien debe volver a encontrar y
que la paz social sea para todos y no para unos pocos.

        Oh! si, que momentos aquellos, de respirar la fragancia del cuello de cisne blanco y permeable. Feromonas de la flora que apetece toda abeja para irrigar los jardines del deseo, con ese placentero revoloteo del chico enamorado. Si se dio cuenta o no, jamás lo sabre. Los libros, las explicaciones del Maestro, las interminables reuniones de investigaciones, no aportaba el tiempo necesario para sostener un segundo la mano de aquella bella aparición. La mirada era el único regalo que Eros, permitiría como vil castigo, aunque sea por centésimas de segundos, cuando ella se alejaba de mi corazón.

             Un fuerte dolor en mi pierna derecha, me regresó a la odisea que había emprendido tres días atrás, cruzando la frontera de un país que no deseaba mi presencia.  Personas, que habían demostrado que era mejor deshacerse de la piedra que impedía caminar. Intentaba atravesar una cerca de alambre de púas, que limitaba dos propiedades.  Una casa blanca a lo lejos, era la premonición de vida humana. Furtivamente miré a mi alrededor, y aquellos ladridos se habían acallado. ¿Sería una señal de la providencia, o la ausencia de una conversación humana, al fin había logrado disminuir mi sentido auditivo? - Esperé como el más temeroso y pequeño ser del mundo animal, espera a no ser presa de los buitres y carroñeros. Impávido, ingrimo, inmutable. Unas horas no harían la diferencia para no equivocar mi siguiente paso. Una pequeña palmera tropical me brindó su gratuita y desinteresada sombra para descansar mis pesares. Llegado el momento, haría mi movimiento. Las púas arrancaron parte de carne de mi pierna izquierda, pero aún seguía adelante.

LA CHIMENEA IMPROVISADA

             ¿Cuántos segundos serían suficientes para vaciar una jarra de aire? - Formulas matemáticas o filosóficas, me acompañaban en esta soledad inmunda. ¿Realmente podría concebirse en el plano real una jarra de aire? - Si fuera así, todo lo que uno va llenando en este paso de Dantes, sería lo invisible que nadie puede mirar. En vano, todos deseamos dejar rastros de nuestro existir, cuando al final, es aire que no podemos vaciar, porque esa jarra vacía siempre estará llena de lo intangible. Por ello es nuestro, solo nuestro.

    Capturar la imaginación de un niño, es a veces fácil, porque la inocencia es parte de la virtud del ser en crecimiento, pero obtener la atención de un infante por lo más sencillo, no es algo abrumador sino un esfuerzo titanico, porque hasta el más inexperto observador, necesita de una motivación para concentrarse en el escenario.  Dar no es lo mismo que recibir.  Es lo más tonto que he escuchado. Si se brinda algo ya se está recibiendo una contra prestación.  Los más doctos en la materia, pretende que nadie entienda o parecer más sabios porque elocuran axiomas ininteligibles para congraciarse con su enorme ego celestial.  Nadie da sin ningún interés o intención, esa es la ley, no la excepción. Jesús, dio lo que esperaba recibir: respuestas. Quien sube a un púlpito espera a que no solo le atiendan sino que lo hagan. El payaso o el cómico, realizan sus más concebidas piruetas y bromas, esperando las risas que el entendimiento humano permita desbordar. Siempre hay una reacción a toda acción. !Qué enseñanza de mi niñez!

       Era el momento esperado. Me aproximé a la ventana del primer piso de esa casa blanca. No había vida alguna. Todo cerrado como evitando que las personas en su interior pudieran salir, invitando a los de afuera, poder entrar. Siempre como un búho, mi cuello me dolía pero aún viraba en la búsqueda de peligro. Mis callosas y heridas manos, con el contubernio de una piedra alegraron mi alma desvariada y sin dificultad el interior fue mi premio. Debía mantener un perfil bajo para evitar a los cazadores. Sabía que la noche fría pronto inundaría el lugar y debía proveerme de una improvisada chimenea. Busque en los rincones, y una pila de libros sería el mejor combustible para calentar mi agotado cuerpo. Dickens y Marx, como ironía del destino aplicaron, sin diferencias de ideologías, para consumar junto a Capone y Marques, el calor que requería para aplacar la inclemencia de la noche.  Latas de atún y unas pocas galletas amenizaron el banquete de mi vacío estomago, aunque la prueba de estos bocados, revolvían los jugos gástricos por días dieteticas impuestas por mi letargo ostracismo. Sabía que tenía un día más de vida.




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